jueves, 9 de abril de 2015

Diana Vreeland

En más de una oportunidad, clientes y conocidos nos han comentado su gusto por la frase que escogimos para representar la quintaesencia de Croix: “La única elegancia real está en la mente, todo lo demás viene de ella”. En todos los casos, piensan que es algo de nuestra invención. Cuando aclaramos que se trata de una frase de la tan célebre como genial Diana Vreeland, algunos mencionan que no la conocían – la frase -  y otros, directamente no saben quien fue Vreeland. Para enmendar éste último punto y a modo de homenaje, hemos decidido hablar acerca de Diana Vreeland y sus aportes – descomunales- al mundo de la moda y el arte.



Nacida en 1903 en París, su infancia transcurrió entre las comodidades de una familia adinerada y una complicada relación con su madre (1), quien la trataba como a un patito feo. Como muchos otros, Vreeland hizo de lo que podría haber sido un trauma, un beneficio. Amaba bailar y era una excelente bailarina, aprovechó al máximo el contraste de su piel blanca y su caballo negro, éste  solía llevarlo tirado hacia atrás para denotar su fuerte perfil, y utilizaba rojo en mejillas, labios y uñas acentuando el contraste de sus rasgos, a esto le sumaba una personalidad curiosa, irreverente, osada y un tanto subversiva.

En 1914, con la primer guerra mundial, la familia se traslada a New York y se convierten en figuras de la alta sociedad. En esos años estudió danzas en las mejores escuelas (2) y en 1924, contrae matrimonio con el banquero Reed Vreeland, con quien tuvo dos hijos. El matrimonio se trasladó a Londres en 1929, en dónde Diana continuó con sus clases de danza con la troupe de Tiller Girls y abrió una pequeña boutique de lencería, que contaba entre sus clientes a Wallis Simpson y Mona Williams. Afincados en Londres, la familia solía viajar por Europa. Diana frecuentaba París (3), donde le gustaba comprar su ropa, principalmente en Chanel. En 1935, el trabajo de su marido los lleva a mudarse nuevamente a New York y esto marca el principio de lo que fuera su carrera y que está relacionada en gran medida, con muchos de los pormenores de su vida que hemos mencionado deliberadamente. ¿Por            qué? Porque la diferencia entre el antes –  y su sumatoria-  y el después, lo encontramos en una noche en el hotel St. Regis. Diana se encontraba bailando en el centro de la pista de baile ataviada en su vestido favorito de encaje blanco de Chanel, con sus mejillas encendidas y su pelo laqueado con rosas blancas a juego. Una fascinada Carmel Snow se acercó para ofrecerle trabajo en Harper´s Bazaar. Como la vida en New York era cara, Diana aceptó. Era 1936 y asistíamos al nacimiento de la célebre columna “Why Don´t You?” en la cual Diana exhortaba a su público a hacer cosas disparatadas: “Why don’t you… Wash your blonde child’s hair in dead champagne, as they do in France?… Why don’t you… Paint a map of the world on all four walls of your boys' nursery so they won't grow up with a provincial point of view?”; o  escribía sus reflexiones e ideas poco convencionales, con un dejo anárquico y mucha inventiva. De columnista pasó a editora de moda, y su quehacer en el puesto marcó las líneas de un rol que hasta ése momento carecía del valor con el que lo conocemos hoy en día. El perfil de editora exigente, despótica, malhumorada, obsesiva y trabajadora a rajatabla, se lo debemos a Vreeland y su trabajo en Harper´s Bazaar entre 1936 y 1962. En éste período cambió la idea de belleza, considerando a la imperfección como “la cualidad” – el elemento sexy-, favoreciendo la silueta muy delgada, los cuellos largos y las narices amplias, fue así que catapultó las carreras de Verushka, Twiggy y Lauren Hutton. Trabajó con Richard Avedon, Louise Dahl Wolfe, Man Ray, Derujinsky George Hoyningen-Huene, Martin Munkacsi, Toni Frissell, Melvin Sokolsky, Lillian Bassman y Nancy White. Fue ella quien sumó a la moda las personalidades de otros ámbitos (Mick Jagger, Angelica Houston, Gloria Vanderbilt) y ayudó a forjar carreras como la de Oscar de la Renta, Diane Von Furstenberg o Manolo Blahnik. Una de sus grandes cualidades, que dotó de una identidad única a Harper´s Bazaar, consistía en ver las grandes posibilidades de los otros, sus mejores cualidades. Cuando en 1963 Carmel Snow deja la dirección de la revista, Vreeland no fue favorecida para ocupar su puesto. Eso la llevó a aceptar la propuesta de Sam Newhouse y convertirse en la editora en jefe de Vogue, para continuar con su alegato por la belleza de lo diferente. En su nuevo puesto supo aprovechar la gran experimentación – en todos los ámbitos – de los 60´. Vogue, menos relevante que Harper´s Bazaar, con ella se convirtió en el fenómeno y guía de la moda que conocemos hoy en día. Diana exprimió al máximo todo lo que la década supo dar en materia de moda, arte y cultura, supo captar las tendencias (la bikini, el jeans). Sus producciones se volvieron cada vez más exquisitas, excéntricas, costosas. Esto propició su despido de la revista en 1971. Pero no se rindió, por mediación de su abogado, consiguió un puesto como consultora en el MET. Durante ése período, por primera vez y de su mano, moda y arte comenzaron a convivir e interactuar. Diana organizó doce exposiciones. La primera la dedicó al maestro Cristobal Balenciaga, otra fue acerca de los vestuarios dentro de los ballets rusos, otra acerca de la dinastía china Ch´ing, otra a Yves Saint Laurent. Sus exposiciones contaban con iluminación especial, música y diversas esencias exóticas, lo cual, sumado a lo expuesto, volvían la muestra todo un festival para los sentidos, las colas interminables de visitantes así lo demostraban. En 1980 publica su libro Allure y en 1984 su autobiografía. Diana murió en 1989 de un ataque cardíaco dejando tras ella un legado inconmensurable. En 2012, se lanzó el documental “The eyes has to travel”, que trata de dar cuenta de su personalidad. Nosotros creemos que la mejor forma de descifrarla es a través de la genialidad y belleza conceptual de sus frases, y así como éste artículo comienza con una de ellas, creemos oportuno cerrarla con otra, que no aplica sólo al mundo de la imagen y de la moda, sino que se extiende a las fronteras de lo filosófico:

"Solo hay una vida buena: la que sabes que deseas y te construyes tú mismo". 

Sin dudas sus frases, ideas y reflexiones, son un reflejo cabal de quien fuera Diana Vreeland.

María de la Cruz Rojo
Croix Imagen

Notas
(1)    Entre las citas referentes a su madre, nos ha impactado su declaración: “No nos caíamos muy bien. Ella era muy guapa. Un día me dijo: ‘Es una pena que tengas una hermana tan guapa y que tú seas tan extremadamente fea’”

(2)    Estudió con el maestro del ballet imperial ruso Michel Fokine, luego con Louis Harvy Chalif, también participó en el Gavotte de Ana Pavlova en el Carnegie Hall.

(3)    De aquí su célebre frase: “Lo mejor de Londres es París”

Fuentes










No hay comentarios :

Publicar un comentario