En más de una oportunidad, clientes y
conocidos nos han comentado su gusto por la frase que escogimos para representar
la quintaesencia de Croix: “La única
elegancia real está en la mente, todo lo demás viene de ella”. En todos los
casos, piensan que es algo de nuestra invención. Cuando aclaramos que se trata
de una frase de la tan célebre como genial Diana
Vreeland, algunos mencionan que no la conocían – la frase - y otros,
directamente no saben quien fue Vreeland. Para enmendar éste último punto y a
modo de homenaje, hemos decidido hablar acerca de Diana Vreeland y
sus aportes – descomunales- al mundo de la moda y el arte.
Nacida en 1903 en París, su
infancia transcurrió entre las comodidades de una familia adinerada y una
complicada relación con su madre (1), quien la trataba como a un patito feo.
Como muchos otros, Vreeland hizo de lo que podría haber sido un trauma, un
beneficio. Amaba bailar y era una excelente bailarina, aprovechó al máximo el
contraste de su piel blanca y su caballo negro, éste solía llevarlo tirado hacia atrás para denotar su fuerte perfil, y utilizaba
rojo en mejillas, labios y uñas acentuando el contraste de sus rasgos, a esto le
sumaba una personalidad curiosa, irreverente, osada y un tanto subversiva.
En 1914, con la primer guerra
mundial, la familia se traslada a New York y se convierten en figuras de la
alta sociedad. En esos años estudió danzas en las mejores escuelas (2) y en
1924, contrae matrimonio con el banquero Reed Vreeland, con quien tuvo dos hijos.
El matrimonio se trasladó a Londres en 1929, en dónde Diana continuó con sus
clases de danza con la troupe de Tiller Girls y abrió una pequeña boutique de
lencería, que contaba entre sus clientes a Wallis Simpson y Mona Williams. Afincados
en Londres, la familia solía viajar por Europa. Diana frecuentaba París (3),
donde le gustaba comprar su ropa, principalmente en Chanel. En 1935, el trabajo
de su marido los lleva a mudarse nuevamente a New York y esto marca el
principio de lo que fuera su carrera y que está relacionada en gran medida, con
muchos de los pormenores de su vida que hemos mencionado deliberadamente. ¿Por qué? Porque la diferencia entre el
antes – y su sumatoria- y el después, lo encontramos en una noche en el
hotel St. Regis. Diana se encontraba bailando en el centro de la pista de baile
ataviada en su vestido favorito de encaje blanco de Chanel, con sus mejillas
encendidas y su pelo laqueado con rosas blancas a juego. Una fascinada Carmel
Snow se acercó para ofrecerle trabajo en Harper´s
Bazaar. Como la vida en New York era cara, Diana aceptó. Era 1936 y asistíamos al nacimiento de la
célebre columna “Why Don´t You?” en la cual Diana exhortaba a su público a hacer
cosas disparatadas: “Why
don’t you… Wash your blonde child’s hair in dead champagne, as they do in
France?… Why don’t you… Paint a map of the world on all four walls of your
boys' nursery so they won't grow up with a provincial point of view?”;
o escribía sus reflexiones e ideas poco
convencionales, con un dejo anárquico y mucha inventiva. De columnista pasó a
editora de moda, y su quehacer en el puesto marcó las líneas de un rol que
hasta ése momento carecía del valor con el que lo conocemos hoy en día. El
perfil de editora exigente, despótica, malhumorada, obsesiva y trabajadora a
rajatabla, se lo debemos a Vreeland y su trabajo en Harper´s Bazaar entre 1936
y 1962. En éste período cambió la idea de belleza, considerando a la
imperfección como “la cualidad” – el elemento sexy-, favoreciendo la silueta
muy delgada, los cuellos largos y las narices amplias, fue así que catapultó
las carreras de Verushka, Twiggy y Lauren Hutton. Trabajó con Richard Avedon, Louise
Dahl Wolfe, Man Ray, Derujinsky George
Hoyningen-Huene, Martin Munkacsi, Toni Frissell, Melvin Sokolsky, Lillian
Bassman y Nancy White. Fue ella quien sumó a la moda las
personalidades de otros ámbitos (Mick Jagger, Angelica Houston, Gloria Vanderbilt)
y ayudó a forjar carreras como la de Oscar de la Renta, Diane Von Furstenberg o
Manolo Blahnik. Una de sus grandes cualidades, que dotó de una identidad única
a Harper´s Bazaar, consistía en ver las grandes posibilidades de los otros, sus
mejores cualidades. Cuando en 1963 Carmel Snow deja la dirección de la revista,
Vreeland no fue favorecida para ocupar su puesto. Eso la llevó a aceptar la
propuesta de Sam Newhouse y convertirse en la editora en jefe de Vogue, para
continuar con su alegato por la belleza de lo diferente. En su nuevo puesto
supo aprovechar la gran experimentación – en todos los ámbitos – de los 60´.
Vogue, menos relevante que Harper´s Bazaar, con ella se convirtió en el
fenómeno y guía de la moda que conocemos hoy en día. Diana exprimió al máximo
todo lo que la década supo dar en materia de moda, arte y cultura, supo captar
las tendencias (la bikini, el jeans). Sus producciones se volvieron cada vez
más exquisitas, excéntricas, costosas. Esto propició su despido de la revista
en 1971. Pero no se rindió, por mediación de su abogado, consiguió un puesto
como consultora en el MET. Durante ése período, por primera vez y de su mano,
moda y arte comenzaron a convivir e interactuar. Diana organizó doce
exposiciones. La primera la dedicó al maestro Cristobal Balenciaga, otra fue
acerca de los vestuarios dentro de los ballets rusos, otra acerca de la
dinastía china Ch´ing, otra a Yves Saint Laurent. Sus exposiciones contaban con
iluminación especial, música y diversas esencias exóticas, lo cual, sumado a lo
expuesto, volvían la muestra todo un festival para los sentidos, las colas
interminables de visitantes así lo demostraban. En 1980 publica su libro Allure y en 1984 su autobiografía. Diana
murió en 1989 de un ataque cardíaco dejando tras ella un legado inconmensurable.
En 2012, se lanzó el documental “The eyes
has to travel”, que trata de dar cuenta de su personalidad. Nosotros
creemos que la mejor forma de descifrarla es a través de la genialidad y
belleza conceptual de sus frases, y así como éste artículo comienza con una de
ellas, creemos oportuno cerrarla con otra, que no aplica sólo al mundo de la
imagen y de la moda, sino que se extiende a las fronteras de lo filosófico:
"Solo hay una vida buena:
la que sabes que deseas y te construyes tú mismo".
Sin dudas
sus frases, ideas y reflexiones, son un reflejo cabal de quien fuera Diana
Vreeland.
María de la Cruz Rojo
Croix Imagen
Notas
(1)
Entre las citas referentes a su madre, nos
ha impactado su declaración: “No nos caíamos muy bien. Ella era muy guapa. Un día me dijo:
‘Es una pena que tengas una hermana tan guapa y que tú seas tan extremadamente
fea’”
(2)
Estudió con el
maestro del ballet imperial ruso Michel Fokine, luego con Louis Harvy Chalif,
también participó en el Gavotte de Ana Pavlova en el Carnegie Hall.
(3)
De aquí su
célebre frase: “Lo mejor de Londres es
París”
Fuentes
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