El ámbar como nota de base en la
perfumería tiene un papel fundamental y, entre sus variedades, el ámbar gris constituyó uno de los tantos
aportes del mundo árabe a Occidente, que ha hecho de ésta y otras variedades un
elemento protagónico en el universo de las fragancias. Acerca de ello, Olibanum detalla sus
características en tanto hace un recorrido histórico de éste ingrediente en el
mundo de la perfumería que nos resultó esclarecedor, excelentemente narrado y perfectamente
ejemplificado:
“Sobre el ámbar II: de la tintura
a la faceta. El brillo como cualidad de un perfume:
La nota de ámbar tiene un papel fundamental en el desarrollo de la perfumería moderna pero como término resulta confuso. La palabra, en origen, era un sustantivo: designaba a la gema y al ámbar gris, ese preciado material que consigue realzar la intensidad de las notas, ensamblándolas para crear un acabado más armonioso, prolongando la duración de cada fase de evaporación e imprimiendo en el sillage un brillo y un dulzor cálido únicos. Por ese acabado tan característico la palabra adquirió las funciones de adjetivo. “Ámbar” pasa a usarse para describir perfumes de dulzor balsámico-meloso con efecto luminoso, translúcido, rico, muy texturizado. Sentido que hoy le seguimos dando y que asociamos, de alguna forma, a una atmósfera orientalizante.
El ámbar gris fue introducido en época medieval en Occidente por los árabes que lo incluían en la farmacopea. Como medicamento solía ser preparado en el mortero para mezclar con el resto de ingredientes; mientras que en los pomos de olor se usaba en forma de pepita. En algún momento comenzó a apreciarse por sus cualidades para la perfumería más allá de la desinfección del ambiente.
Las tinturas, en general, tienen la particularidad de ennoblecer acabados con finos matices y dilatar una nota en una fase de evaporación determinada; pero la capacidad de fijación siempre es una cualidad muy preciada. Cuando los objetos perfumados comenzaron a dejar sitio a las aguas perfumadas como forma favorita de perfumarse, las flores y las hierbas aromáticas con toda su delicadeza y frescor necesitaban estar sostenidas por una base lo suficientemente tenaz como para que el perfume pudiera dejar una estela en el aire, algo que materiales como el almizcle o el ámbar gris son capaces de hacer.
La gente aprendió a identificar como acabado de calidad el acabado ambarado. En libros de perfumería del s. XIX se encuentra el consejo de tener siempre ámbar de distintas calidades, para mezclar. Al ser caro y escaso hay que sacarle el máximo rendimiento o sustituir por algo más asequible: los perfumistas aprendieron que incluso las piezas de calidad media bien tinturadas podían añadir un gran efecto.
Pero la época decimonónica fue una era de experimentación que producía continuos avances en química y tecnología. Comenzaron a estudiarse las materias con un nuevo interés: el de la aplicación industrial. Cada sustancia era analizada con una escrupulosidad sistemática, para conocer todas las características posibles: peso, masa, gravedad, reactividad ante ácidos, capacidad para transformar otras sustancias…y por supuesto componentes característicos de la materia. Todo era visto bajo aquel prisma singular de la aplicación y el fervor por el avance continuo. Entonces, dos investigadores de la Escuela de Farmacia de París, Joseph Pelletier y Joseph Bienaime Caventou- que antes habían descubierto la clorofila-, al tratar el ámbar gris con alcohol caliente vieron que se obtenían unos cristales blancos que llamaron ambreína. Era el año 1820 y a partir de entonces todos los diccionarios de química comenzaron a incluir una entrada sobre dicha sustancia. Su olor siempre era descrito como tenue pero agradable, como una mezcla de tabaco suave y caramelo que desaparecía tras repetir varias veces el proceso de sumergir la sustancia en alcohol caliente y dejar enfriar hasta que cristalizara de nuevo.
Hoy se sabe que la ambreína no
tiene olor, pero junto al colesterol y el ácido benzoico es el principal
componente del ámbar gris. Sin embargo, el compuesto odorante característico en
la tintura de ámbar gris es el ambrox y, actualmente, se obtiene de otras
fuentes vegetales, como la salvia esclarea. Pero esto aún se desconocía; para
la época, la ambreína, era un hallazgo que despertaba la imaginación de
científicos, industriales y perfumistas.
La
ambreína es un triterpeno cíclico que se oxida mientras el ámbar gris madura en
el mar dando lugar a diversas moléculas con distintos olores que modulan su
aroma: tabaco, agua de mar con matices metálicos, mohosos, fecales,
animalísticos hasta dejar un residuo que, en realidad, es el componente más
distintivo del aroma: el óxido de norlabdano (aka Ambrox), que aporta la
característica más notable e indefinible del ámbar gris: su olor interminable.
Olor húmedo y aterciopelado que recuerda a las algas, a los pinos, al cedro y
al sándalo, al almizcle y al té, a los viejos libros encuadernados en cuero
acumulados en grandes estanterías que desprenden un particular olor seco y
dulce a la vez…
Entre finales del s
XIX y principios del s.XX se estaban dando los primeros pasos hacia la
perfumería moderna. Todavía eran muy importantes los ingredientes naturales de
la perfumería tradicional, como las tinturas o las pomadas, pero los químicos
aromáticos
ofrecían nuevas
posibilidades en el lenguaje perfumístico para crear con más detalle, para
abstraer más los olores, para formular con mayor agilidad…Estructurar un acorde
ambreína, una base ambreína definitivos que permitiesen introducir las
características del producto natural -tan caro y delicado- sin usarlo en
realidad comenzó a verse como un horizonte posible en un panorama de
crecimiento comercial.
Las bases fueron
fundamentales para fijar nuevos tonos y estructuras: funcionan como perfumes en
miniatura que recrean una nota particular. Se crearon muchas y de todo tipo:
flores, musgos, frutas… de ámbar también. Algunas llegaron a ser muy populares,
especialmente las que formaban parte de una receta de éxito: daban ideas, se
convertían en una fuente de inspiración, en un modelo. Incluso cimentaron la
estética de la perfumería moderna.
Estas bases que
permitían introducir en la fórmula una faceta de ámbar, se enriquecían con
otras notas de fondo y, en ocasiones, servían de apoyo o de inspiración al tema
general que podía ser la recreación misma del ámbar gris, incluyendo aún la
tintura natural en la fórmula del perfume.
Ambreina
de Samuelson fue una de esas bases
populares. Su olor entonces se creía que era lo más distintivo del ámbar gris.
La leyenda dice que se creó accidentalmente -muchas leyendas de este tipo hay
en esa época- cuando un frasco de vainillina se mezcló con bergamota
produciendo una singular combinación que se completó con cumarina, civeta, benjuí y labdanum.
Fue usada por François Coty en Ambre Antique (1905), una fantasía oriental floral
en torno a la rosa, el iris y el ámbar que prefiguró el acorde de ámbar
balsámico y empolvado, reforzado con notas de vainilla y bálsamos de Perú y
Tolú. Shalimar (1917*) de Guerlain supone otro
trabajo de fantasía basado en ese acorde de ambreína, llevando el tema del
ámbar gris a su máxima expresión mediante el contraste de elementos frescos y
facetas animalísticas. Coty en 1921, de nuevo, lo rehace en Emeraude pero con notas más aromáticas y
especiadas. En esa línea de perfumes pungentes, empolvados y frescos a la vez
también encontramos cosas más cercanas a nuestra época como Must de Cartier con notas de civeta
remarcadas; Ligea La Sirena de Carthusia, que suaviza los aspectos
animalísticos en favor de una tersura finamente acaramelada y Ambre Russe de Parfum d´Empire que moderniza el
tema ambreína con notas almizcladas.
Las composiciones inspiradas
por el acorde ambreína tienden a resaltar y amplificar lo que la tintura de
ámbar gris revelaba en el sillage del perfume: la vibración animal y el
característico dulzor especiado que desprende la piel femenina.
Pero había otras propuestas.
Ingredientes que compartían facetas con el ámbar gris como la salvia esclarea,
el opopanax, el musgo de roble, las resinas balsámicas, las notas cumarinadas y
sobre todo el labdanum y las notas vainilladas se trabajaban para emular un
efecto ambrée. Se trataba de encontrar un
tono suave, dulce, empolvado y con buena fijación. Es el caso de la base Ambré 83 de Laire que está construída en torno a un
labdanum dulce acentuando la cualidad más amaderada del ámbar. Fue muy popular.
A menudo se integró en composiciones como otra faceta más en la base capaz de
añadir un refulgente brillo dorado, por ejemplo, en Mitsouko de Guerlain.
Hoy en día, la idea de esta
base se ha recuperado en la perfumería alternativa, no tanto como faceta sino
como tema en sí mismo: Ambre Sultan de Serge Lutens inició el revival, Ambre Fetiche de Annick Goutal añade notas ahumadas
de incienso y Cuero Ruso, Calamity J. de Juliette Has a Gun toma su perfil
característico y añade toques aromáticos mientras Mitzah de Dior sofistica el dulzor con notas
de miel especiada.
Así, mientras la
tintura de ámbar gris -que definía un tipo de perfumería artesanal
caracterizada por una gran integración de las notas- se convertía en algo raro,
el número de alternativas para conseguir una vibración similar o un acabado
ambarado fue creciendo, cambiando para siempre el panorama de la perfumería y
modificando las connotaciones de la propia palabra ámbar.
De la tintura, a la
faceta; de la faceta al tema. Actualmente, la expresión perfume ámbar remite
directamente a algo dulce-meloso,
balsámico y suave que evoca el color dorado de la gema. La vainilla y el
labdanum son las referencias más inmediatas para definir este olor aunque
existan otras notas que pueden insinuar su personalidad y que recuperan el
sentido original: las notas finas de tabaco y de olíbano, el caramelo, las
notas de iris y violeta, especias como la canela, la nuez moscada y la
pimienta, notas frutales como el melocotón, el albaricoque o la cereza, el
cuero…la manzanilla incluso.
El tema del ámbar es infinito.
Podemos encontrar en los perfumes modernos otros acercamientos más directos al
sentido original del perfume ambrée como Dune de
Dior que elabora el perfil de ámbar gris a través de un sofisticado entramado
de notas aromático-musgosas e irisadas o el Eau de Merveilles de Hermès con el protagonismo de
maderas exóticas finamente especiadas, almizcladas y saladas. Pero también hay
referencias tangenciales a los ricos y múltiples matices del ámbar gris: Back to Black de Kilian: un trabajo interesante
sobre el dulzor indirecto. Arabie de Serge Lutens también puede leerse
como un acercamiento al ámbar seco construído a través de las especias y la
cista.
Sin embargo, lo que más
caracteriza la palabra ámbar, hoy por hoy, es
un efecto empolvado muy fino presente en prácticamente todas las familias de
perfumes. Desde los cítricos enriquecidos, pasando por florales densos y
cálidos como L´Instant de Guerlain, a los orientales de
maderas cremosas como Oriental Lounge de
The Different Company hasta la maravillosa reinterpretación de un chypre frutal que es Coco Mademoiselle de Chanel podemos apreciar un nuevo
tipo de ámbar: el cristalino, revival del singular brillo que tenían los
perfumes vintage.”*
Nos gustaría añadir (y recordar)
que calidez y brillo son dos cualidades fundamentales para las fragancias de
las chicas Otoño, tema que hemos desarrollado en un artículo precedente y al
que éste texto enriquece, otorgando más opciones:
Al mismo tiempo, nos permite
ponderar la complejidad y riqueza en el de desarrollo del mundo de la
perfumería clásica y moderna. Un mundo con una historia llena de matices y
texturas demasiado ricos como para no asomarse, aún de manera parcial, a
apreciarlos.
María de la Cruz Rojo
Croix Imagen
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