En la búsqueda de dar con
soluciones a una industria en crisis –la del algodón-, la modernidad hecha mano,
con buen tino, de recursos antiguamente utilizados. Repasemos un poco el estado de
situación en el que nos encontramos; si bien el algodón es la fibra vegetal – natural
más usada en la industria de la moda, trae, al día de hoy, aparejados algunos
problemas en relación a su empleo: su cultivo depende de un uso intensivo de
agua (1), además, utiliza una cantidad desproporcionada de pesticidas. La
industria algodonera representa el 3% del área cultivada en el mundo y consume
el 25% de todos los insecticidas, el 11% de todos los pesticidas y el 90% de su
oferta mundial es genéticamente modificada. Se trata, pues, de un cultivo con
consecuencias para el suelo, la calidad del agua, la biodiversidad y la salud
humana. A su vez, el cultivo de algodón orgánico es rentable y sustentable,
pero aún tiene rendimientos más bajos. Y, si bien el algodón genéticamente
modificado (GM) debería reducir la necesidad de pesticidas (2) por ser más
resistente a las plagas-, los cultivos en India y otros países muestran que no es
así. A éste conjunto general, debemos sumar que la demanda, ya sea de algodón
GM u orgánico, excede los índices de producción.
Ante éste panorama, distintos
sectores y actores han salido a buscar soluciones alternativas a la producción
y empleo de textiles que auxilien a la industria. Entre ellos, hemos visto los
desarrollados con botellas
PET recicladas hasta los realizados con fibras de banana,
coco y ananá. En ambos casos se trata de desarrollos novedosos. Pero en el
caso del artículo de hoy, hablamos de una planta con una larga historia como
fuente de fibra textil vegetal: la ortiga
o urtica
dioica L. La elección no es arbitraria. Es una planta perenne, de fácil
reproducción, que crece en todas partes, muy resistente, que se defiende con
fuerza propia de plagas y pestes, propiciando su total aprovechamiento en la
cosecha, con la consiguiente reducción de los costos de cultivo. Es ciertamente
una planta polifuncional: medicinal, comestible, insecticida natural y abono
ecológico. Pero además de los empleos que puede tener en el ámbito casero,
también se utiliza en diferentes procesos industriales para fabricar hilo,
tintes y hasta pasta de papel, puesto que su fibra contiene un 85% de celulosa.
La fibra que se obtiene de la ortiga tiene propiedades similares a la fibra de
lino o de cáñamo y puede utilizarse como alternativa al algodón. Aún más: el
proceso para extraer su fibra no requiere productos químicos, enzimas u otras
sustancias auxiliares. De la ortiga se produce fibras de alta calidad, fuertes,
versátiles con un buen largo para el hilado, con el que se produce un tejido
seguro para vestir (para la salud humana). La fibra de ortiga tiene una
característica especial, puesto que son huecas, lo que significa que pueden
acumular aire dentro de sí creando un aislamiento término natural. El tejido es
hecho a partir de las fibras que se encuentran dentro de los tallos (no de
filetes exteriores) mediante un proceso en el cual se cortan los tallos (3) y se
dejan secar al aire libre; cuando las hojas empiezan a volverse amarillentas,
caen. Entonces se dejan los tallos en remojo, produciendo un proceso de
maceración, en el cual las bacterias destruyen las pectinas de los tallos
liberando las fibras. Después se dejan secar las fibras obtenidas, seguidamente
se golpean, se pasan por una clase de mesas con púas para peinarlas y
finalmente se procede a la confección del hilo. De éste proceso se obtiene un
17% de fibra de la masa total de la ortiga y el hilo que se consigue es
resistente a la tensión y tiene una media de entre cuatro metros de longitud y
produce un tejido suave y ligero.
Hemos mencionamos su largo uso a través
de la historia, aquí su repaso somero: restos arqueológicos en Dinamarca y Gran
Bretaña muestran que se utilizó para la cuerda y el paño en el neolítico. Mucho
más tarde, en los tiempos post-medievales, las redes de arrastre para la pesca
fueron hechas con fibras de ortiga. Ropa con tela de ortiga fue fabricada en
Escandinavia y Escocia desde los primeros tiempos hasta el S. XIX y fue
conocida como tela escocesa en Gran
Bretaña. También fue utilizada en la primer postguerra por los alemanes para hacer
uniformes para las tropas. En Mosul, Irak, India e Irán se fabrica una tela
similar a la muselina con ortiga, poco tupida y suave. También es muy utilizada
como fibra textil en los Himalayas, China y Birmania, siendo muy apreciada por
su suavidad, resistencia y su semejanza con la seda vegetal. En la actualidad,
en el mundo occidental, G- Star y Etro son algunas de las marcas que
trabajan la fibra textil de ortiga en sus colecciones, fibra que se estima irá
a desempeñar un papel cada vez más importante en relación a otras fibras
naturales dentro de los próximos cinco a siete años.
En definitiva, combinamos las
buenas noticias con la frase popular: “nada
nuevo bajo el sol”. La naturaleza nos sigue proveyendo. Y nos urge cuidarla.
María de la Cruz Rojo
Croix Imagen
Notas
(1)
De acuerdo con nuestras fuentes, se emplean
2.900 (dos mil novecientos) litros para la fabricación de una camiseta de
algodón y 11.800 (once mil ochocientos) litros para la fabricación de un
pantalón de jeans.
(2)
Indicamos para éste punto, asistir al documental
The
True Cost, que ya ha sido objeto de un artículo.
(3)
De acuerdo a nuestra referencia, entre agosto y
/ o septiembre.
Fuentes:
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