jueves, 29 de octubre de 2015

La maldición del Diamante Azul

Comenzar con una frase tan manida como “los diamantes son los mejores amigos de las damas” es claramente una injusticia. Su utilización en el mundo científico / tecnológico da cuenta que el espectro de sus servicios va más allá de la joyería y su belleza y abarca todo género y edades.

Entre ellos, la variedad más rara son los azules. Y entre los azules, al más raro lo envuelve una leyenda que se entremezcla de manera casi insistente con la historia. La leyenda del Diamante Azul comienza en India. La bella piedra de un profundo azul marino adornaba la frente de Sita, deidad consorte del dios  Rama, en uno de los templos. Aquí los datos son imprecisos, bifurcándose en relación a los actores: algunas narraciones nos cuentan que fue un sacerdote embelezado por la piedra quien la sustrajo de la deidad, otras mencionan a un forastero (1). En el primer caso, se dice que el ladrón fue capturado y torturado hasta la muerte y es el segundo caso el que abre la puerta a la maldición: al huir el ladrón con la joya, los sacerdotes del templo, indignados por el robo, hicieron caer una maldición sobre el diamante: el mismo traería desgracia a todo aquel que lo poseyera.



El pequeño relato precedente trata de la versión que origina la leyenda; en lo que atañe al aspecto histórico, también encontramos imprecisiones mezcladas, a su vez, con el mito. Algunos datos indican que la piedra fue hallada por un minero indio en los márgenes el río Krishna. Otros dicen que fue encontrada en una mina de la región de Golconda, situada al noreste de Andra Pradesh. Lo cierto es que fue adquirida por un explorador y comerciante  francés, Jean Baptiste Tavernier, en su sexto viaje a India circa 1642 /1660. A partir de aquel momento, el diamante -de forma triangular y de 115 quilates- pasó a conocerse como el Tavernier Blue. Es a través de su nuevo dueño que el diamante llega a Europa  y, en  circa 1668 /1669, es comprado por el propio Luis XIV, quien lo mandó tallar hasta transformarlo en una pieza de 67,5 quilates que pasaría a llamarse French Blue ole diamant bleu de la Couronne de France. Cuentan algunos relatos que la suma recibida por Tavernier lo convirtió en un hombre acaudalado, pero las deudas de juego contraídas por su hijo lo llevaron a la bancarrota. En un intento por rehacer su fortuna, Tavernier viaja nuevamente a India (2) y muere víctima del ataque de una jauría de perros salvajes. Entretanto, la piedra, en el seno de la colección de joyas del rey, parecía continuar llevando adelante la leyenda. Nicolás Fouquet, funcionario de gobierno, tomó prestado el diamante para acudir a un baile oficial. En 1665 es acusado de desfalco y es enviado a prisión, dónde finalmente fallece en 1680. Por esos años, madame de Montespan, amante del rey, quiso que Luis le obsequiara la joya y éste accedió. Pero desde 1679, y durante el proceso de lo que se conoció como Affaire des Poisons (3) se vió implicada en el mismo y, aunque no se probó su culpabilidad, al tiempo perdió el favor del rey y se retiró a vivir una vida discreta en París, muriendo en 1707.

En el 1715, con motivo de la visita del embajador del Sha de Persia, Luis usa la joya para probar que no podía ejercer ningún mal. Meses después el rey muere producto de una gangrena. Su sucesor, Luis XV, decidió utilizar el French Blue en un pendiente de joyería más elaborado; para ello comisionó al joyero André Jacquemin y, en 1749, el diamante pasó a formar parte de la Order of the Golden Fleece, aunque la pieza cayó en desuso luego de la muerte del rey.  En 1774, María Antonieta lo obtiene como obsequio de su esposo, para que lo agregara a su colección de joyas y ella, en ciertas ocasiones lo prestaba a su amiga, la princesa de Lamballe. El horrendo destino de la princesa (vejada  y descuartizada por una horda enardecida) y el de Luis XVI junto con su esposa (decapitados) durante la Revolución Francesa son sucesos resonados. Durante los mismos, el “French Blue” ensamblado en el pendiente fue confiscado y expuesto en el Gabinete de la Guardia Nacional, de donde fue robado en 1792 y trasladado (se supo después) a Inglaterra con el fin de retallarlo para comercializarlo. Algunas voces dicen que los ladrones se mataron entre ellos quedando un único sobreviviente, quien lleva el diamante al tallador holandés Wilhem Fals para que de la joya hiciera dos. La primera fue adquirida por Carlos Federico Guillermo, duque de Brunswick, de quien dicen algunos relatos, perdió su fortuna en unos meses, en tanto la otra mitad quedó en manos de Fals. Algunas versiones cuentan que Fals fue asesinado por su hijo para robarle el diamante, otras, dicen que su hijo simplemente lo robó y que su padre murió de pena en tanto su hijo, un tiempo después, cometería suicidio, sin embargo, antes de ello llegó a vender la piedra a un francés llamado Beaulieu, quien, al conocer el destino de sus predecesores, la vende rápidamente al mercader de diamantes David Eliason, y, a través suyo, fue adquirida por Jorge IV de Inglaterra, alrededor de 1812, veinte años después de su desaparición, tiempo en el que expiraba el plazo para recuperar bienes robados establecido por la legislación francesa de crímenes de guerra. Aunque no existen registros en los archivos reales de Windsor, se puede dar cuenta del uso que  de ella hizo el monarca a través de algunos escritos y obras de arte, en las últimas, apreciamos al rey luciendo la piedra con el mismo tamaño y color del que hoy conocemos como el “Hope Diamond”, del que pasaremos a hablar más adelante. La vida disoluta del monarca lo llevó a la bancarrota. Tras su muerte (1830) el diamante pasó a formar parte de los pagos que hubo que realizar para saldar sus deudas póstumas, lo cual se realizó por canales privados. De ésta manera, el otrora French Blue pasó a manos de un banquero londinense, Henry Philip Hope, y a partir de ése momento fue conocido como “Diamante Hope”. La piedra fue colocada en un medallón rodeado de diamantes más pequeños y permaneció en la familia por más de medio siglo. A la muerte de Henry Philip (1839), sus sobrinos se disputaron (en la corte) su herencia. Tras diez años de litigio , la colección de gemas fue adquirida por Thomas Hope, incluyendo – claro- nuestro diamante. A la muerte de éste (1862), su señora Adele hereda las gemas y tras la muerte de ella, en el año 1884, la herencia recae en su hija Henrietta, quien contrajo matrimonio con el duque Henry Pelham Clinton. Cuando ambos murieron, los hereda su hijo, Henry Francis Pelham Clinton Hope, quien recibe su herencia en 1887, pero en éste punto, el heredero no podía vender su colección (ni sus piezas por separado) sin previo permiso de la corte. En 1894, Henry Francis Pelham Clinton Hope contrae matrimonio con su amante, la actriz estadounidense May Yohe. Yohe expresó haber usado el diamante para algunas reuniones literarias, incluso realizó una réplica de él. En 1896, Henry Francis se declara en quiebra. Sólo en 1901, luego de obtener permiso, vende la piedra. Aquí encontramos nuevamente discrepancias en los estudios de su paradero. Algunas versiones aseguran que el diamante fue vendido al mercader de diamantes Jacques Colot,  quien pierde su salud y fortuna y debe vender la joya al príncipe ruso Ivan Kanitowski. La maldición, de acuerdo con ésta versión, vuelve a imponerse: Kanitowski regala la piedra a una amante parisina, la actriz Lorens Ladue, a quien asesina días después a tiros sobre el escenario y el propio Kanitowski es asesinado tiempo después por un grupo de revolucionarios.  Siguiendo el curso de éstas versiones, su próximo dueño fue el griego Simon Montarides, a quien alcanzó la desgracia junto a toda su familia al desbarrancar el carruaje en el que iba con su mujer y su hija. Una historia cuya hilación es más fehaciente, nos dice que Henry Francis vendió el diamante al joyero inglés Adolf Weil,  se divorcia al año siguiente de May Yohe y de todas formas, termina en bancarrota. Weil, a su vez, vende el diamante al coleccionista estadounidense Simon Frankel, quien lo traslada a New York y a quien alcanza la quiebra un tiempo después. Por ello, en 1908, Frankel vendió la gema al francés Salomon Habib (o Selim Habib), de quien se dice, actuó de intermediario para el Sultan Abdul Hamid, quien obsequia la piedra a su esposa Subaya, a la que asesinó poco después. El propio sultán caería en desgracia, debiendo abdicar al trono. Abdul muere en prisión, en dónde permaneció luego de la revolución que lo derroca. Otras versiones enlazan la venta de la piedra directamente al comerciante francés Simon Rosenau, en una subasta realizada por Salomon Habib en 1909. Rosenau lo vende al año siguiente al joyero Pierre Cartier. En 1911, Cartier decide comercializar la joya y, tras algunos encuentros, la vende a la socialité estadounidense Evalyn Walsh McLean. Muchas versiones hablan sobre las desgracias acaecidas a varios miembros de la familia, agravadas por el hecho de que Evalyn, en su testamento, legó su fortuna a sus nietos aunque pidió expresamente que quedara en custodia de sus administradores hasta que el menor de ellos cumpliera los 25 años. Finalmente, la administración obtuvo permiso para vender sus joyas, para poder pagar sus deudas y, en 1949 el “Hope Diamond” fue vendido al comerciante de diamantes Harry Winston, quien la sumó a su “Corte de Joyas”, una colección de gemas expuesta en diferentes museos e instituciones de Estados Unidos. En 1958, Winston dona el diamante al Smithsonian National Museum of Natural History. A partir de su inclusión en la colección de gemas del Smithsonian, la maldición parece haber desaparecido, de hecho, el Hope Diamond duplicó el número de visitas del museo desde su primer día de exposición y las estadísticas prueban que ha pasado a ser la pieza más visitada luego de la Monalisa, contando con un promedio de 7.000.000 (siete millones) de visitantes por año.

La maldición del diamante azul, tema que elegimos como alegórico para éste Halloween, nos ha servido como conector para plantear otro. Debido a la cantidad de imprecisiones encontradas en los primeros artículos, con los que íbamos (o pretendíamos) tener una primera aproximación para configurar, dar orden y cohesión al texto, notamos rápidamente que en éste (como en muchísimos otros temas), la net estaba completamente saturada por un fenómeno irritante: el Copy / Paste. Impacta la falta de pericia, ética y dedicación a la hora de abordar con seriedad el tema o la materia que se elija. En todos los artículos que he leído (y fueron bastantes) nadie parece haberse hecho alguna pregunta de tenor elemental ni constatar algunos datos con los mejores aliados en éste tipo de tema: registros y documentos históricos:

* Tavernier, su primer propietario, murió de causas naturales a la edad de 84 (ochenta y cuatro) años.

* Maria Antonieta nunca usó el French Blue, como se asegura en la mayoría de los artículos. Como mencionamos, la piedra se ensambló en el pendiente Order of the Golden Fleece, el cual estaba reservado para uso exclusivo del rey y si bien la reina, por derecho, podía utilizar joyas de la corte, en éste caso, ni ella ni la princesa de Lamballe tuvieron acceso al French Blue.

*Al referirse a la quiebra del duque de Brunswick, tal vez es bueno apuntar que muchos nobles perdían su fortuna luego de participar en guerras por alianzas  con las que quedaban arruinados. No era un tema exclusivo de Brunswick. Como muchos sabemos, algunos siglos antes, la inmensa cantidad de oro y plata provenientes de las colonias americanas del reinado de Castilla, entraban y salían de la Casa de Indias para pagar las deudas de la corona, contraídas para consolidarse por sobre otras casas. Y en el 1700, con Napoleón en activo, muchos nobles vivieron las desavenencias de la bancarrota por el mismo tema.

*Lo mismo vale al mencionar la bancarrota (ya a principios del s. XX) de Simon Frankel, cuya quiebra estaba en relación con la crisis de la coyuntura, que también arruinó a muchos otros de sus pares, sin que haya entrado en relación con ellos, ya en ése entonces, el Hope Diamond.

*Cuando los artículos hablan de “la locura de Jorge IV”, ¿se estarán refiriendo a la de su padre, Jorge III? Es más que probable, Jorge IV llevaba una vida frívola y disoluta dedicada al juego y a las mujeres (también al arte, hay que decirlo), pero no estaba loco, sí lo estaba su progenitor, motivo por el cual él tuvo que asumir la regencia. Jorge IV murió dejando tras de sí muchísimas deudas, pero cuerdo.

* Si bien Colot era un comerciante de la época, no existe ni un solo registro con el que pueda vinculárselo con el Hope Diamond. Lo mismo vale para la vinculación que se hace con Catalina la Grande, de quien se dice que murió luciendo el diamante. Tiempo más tarde, algunas líneas de investigación apuntan a que Evalyn McLean la incluyó como “una de las víctimas de la maldición”, para aumentar los alcances de la misma entre familiares y amigos.

* En el 2005, las investigaciones concluyen que Eliason cortó el French Blue y que el ahora conocido “Hope Diamond” es parte del diamante robado durante la revolución, confirmación que da por el trasto con la participación en la historia de Fals y su hijo.

* En 1909 se reporta la muerte de Salim Habib en un naufragio, como parte de la maldición, tiempo más tarde se supo que quien murió en ése naufragio era otra persona con el mismo nombre.

Estos son algunos de los puntos que elegimos remarcar. Hay muchos otros para mencionar. Tantos como líneas de investigación. Algunas de ellas apuntan la leyenda de la maldición al talento de ventas de Pierre Cartier, quien cautivó con su relato a McLean. Ella, a su vez, aumentó el “número de víctimas” en los suyos. Por su parte, May Yahe estaba empecinada en llevar adelante una serie televisiva con la historia de la maldición, para la cual ya tenía escritos varios capítulos y había incluído más víctimas.

Lo que podemos afirmar, a partir de investigaciones serias, es que, de todos los personajes envueltos en el relato, se puede confirmar la existencia de algunos de ellos. En todos los demás casos, carecemos de las conexiones necesarias para vincularlos al tema ni de las confirmaciones que aporten veracidad a una línea de relato.

No se trata de pecar de positivistas, la historia del diamante Azul / Hope, es apasionante desde el punto de vista histórico. La piedra ha viajado por India, Francia, Inglaterra y Estados Unidos y en su punto final, el Smithsonian, lejos de acarrear desgracias, ha funcionado como el toque de Midas.

¿Podemos hablar entonces del final abrupto de una maldición? Creemos que en éste caso, se trata nada más ni nada menos que de la realidad imponiéndose ante la ficción, por más apasionante que ésta se nos presente.

María de la Cruz Rojo
Croix Imagen

Notas

(1)    Otras versiones mencionan que “el forastero” no era otro que Jean Baptiste Tavernier, personaje que se menciona a continuación en el artículo.

(2)    Otras fuentes mencionan que viaja a Rusia, en dónde muere congelado y su cadáver es encontrado comido por alimañas. Otros dicen que muere al viajar a Constantinopla.

(3)    El “Affaire de Poisons” es una etapa cargada de tintes de lo más sensacionalistas en la historia de la aristocracia francesa, que abarcan brujería, herejía, complots y asesinatos por envenenamiento, entre otros temas. Al respecto, pueden leer: http://www.hola.com/realeza/2014123175973/madame-montespan-asunto-venenos/

Fuentes